lunes, 6 de julio de 2009

La práctica de un léxico transgresor: un método para evitar la discriminación

De modo frecuente, los medios hacen uso de un lenguaje cargado de palabras que pueden causar un impacto negativo en la sociedad: la discriminación, una práctica habitual que lastima y golpea de cerca a los seres humanos que han adoptado, o le ha tocado, llevar otro modo de vida, ya sea por optar cambiar de sexo, de ideología o por haber nacido con alguna dificultad física o mental. Pero lo más grave es que cuando se maneja tan erróneamente el vocabulario no se tiene en cuenta la consecuencia, y mucho menos la carga que ésta podría implicar.
No obstante, todavía existen y, sobre todo, resisten en una sociedad cargada de prejuicios y falta de valores – que determinan la conducta de las personas- individuos, que por medio de canales de difusión masiva, contribuyen a la integración de aquellos que han sido víctimas del mal uso de la palabra. Y lo más llamativo es que lo hacen con un léxico subido de tono, pero que se aferra al verdadero significado del término y, en consecuencia, su valoración y así se aleja del ejercicio que provoca la exclusión. Porque muchas veces los receptores caen en la trampa de los que por construir una frase bonita y, más aún, correcta por no contar de “malas palabras”, no miden el daño que se les puede provocar: ese receptor también será falto de principios y atacará del mismo modo a sus conciudadanos.
Las palabras no se sortean para instalarlas como sí en el lenguaje de cada uno. Tienen sentido y son tan atractivas que, sin tomar el previo recaudo y analizar lo que realmente quieren decir, pueden ser muy filosas. Las cosas se dicen como son, nadie está sujeto a un modo correcto para transmitirlas, porque de algún modo se tienen que instalar en la sociedad.
El medio en cuestión es un ejemplo que rompe el fastidioso prejuicio que deambula entre la gente: en el aire, que los integrantes de un programa por medio de un vocabulario más práctico y de alto voltaje quieran comunicar algo es extraordinario, ya que hoy la mayoría de los jóvenes se mueven con esas palabras y si no saben apreciarlas pueden cometer una equivocación.
También hay que tener en cuenta el modo en que lo emplean: el humor, la manera más fácil y divertida de llegar a sus oyentes. Ellos si le encontraron la vuelta de tuerca al manejo “zafado” del léxico que siempre fue mirado con malos ojos en la sociedad- y otra vez aparece el juicio previo-, cuando se habla de un “puto”, de una “gata”, de un “hijo de puta” y hasta de un “enfermo mental”. De este modo, buscan incluir a los excluidos por medios de comunicación, que ambiciosos por el rating y la “plata fácil” dan cuenta de “cosas raras” y “prohibidas”, que si fueran tomadas de manera común, porque integran el colectivo humano, y con ética contribuirían a disminuir el grado de mal interpretación de la palabra emitida y la consecuente discriminación.

Por Agustina Heb

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