lunes, 14 de septiembre de 2009



El resurgimiento del tango
La canción de Buenos Aires, aún hoy


El Festival realizado en agosto demostró la vigencia del género, hecho que coincide con los buenos pronósticos que hacen los especialistas del 2 x 4.


Agosto fue tango. Al menos eso decían los carteles amarillos con la gran H en negro. Los números lo convierten en hecho: más de 300 mil personas se hicieron presentes en el Festival de Tango y Mundial de Baile, organizado por el gobierno porteño, que se realizó entre el 14 y el 31 del mes pasado en Buenos Aires, ¿dónde más?
¿Dónde más? La pregunta no se cae de madura. Argentina, el país que fue cuna del tango en los primeros años del siglo XX también supo dejarlo resagado y prestarlo a otras culturas en épocas pasadas, concretamente y con más fuerza, a partir de la década del setenta. Hoy, sin embargo, la suerte es otra para el 2 x 4. Los expertos en el tema aseguran que se está experimentando un resurgimiento del género, aunque, advierten, las razones pueden no ser del todo nobles.
Más de una versión existe en torno al surgimiento del folklore de Buenos Aires, como lo define la coréografa Ana María Stekelman (ver entrevista). La más pintoresca fue aportada por la cantante Marikena Monti, según quien el modo de bailar el tango imita a los movimientos generados en las peleas a cuchillo en las esquinas.
La postura más aceptada, no obstante, ubica en los conventillos y en los burdeles, donde coincidían inmigrantes -fruto de las grandes corrientes corrientes migratorias que sacudieron a la sociedad argentina a principios del siglo XX-, negros y las clases bajas porteñas, la creación del tango. Los sectores medios y altos de la población quedaban fuera de esta ecuación. Pero como no es su costumbre quedar fuera, empezaron a escucharlo y, sobretodo, bailarlo, a escondidas. El tango era un secreto a voces, oscuro y lumpen, a causa de la mística que rodeaba a la noche tanguera y su origen prostibulario. “Es un género muy seductor, es una cuestión sexual: las caras pegadas, el pecho de la mujer contra el hombre, el sudor; todos los componentes del sexo, aunque este no aparesca de forma explícita, están presentes en el tango”, explica Walter Piazza, historiador del tango y secretario de la Academia Nacional del Tango, acerca del carácter que provocaba tanto rechazo como atracción en la sociedad media porteña.
La Iglesia Católica no podía quedar fuera del debate, en especial cuando el género empezó a llegar a otros países. Drástico, el Congreso Bíblico reunido en Atlanta, Estados Unidos, expresó el 2 de agosto de 1914 por boca del pastor Campbell Morgan: “El tango es una regresión hacia el mono y una confirmación de la teoría de Darwin”. En la misma línea se explayó el arzobispo de París en el mismo año: “Condenamos la danza de origen extranjera conocida como tango pues su naturaleza lasciva ofende la moral”.
Si esto es así, muchas deben haber sido las morales francesas ofendidas de ese año en adelante, pues la ciudad de la luz, mal le pese a los nacionalistas, es una pieza clave en la historia del tango. De acuerdo a Juan Manuel Fernández, miembro de la Asociación de Maestros y Bailarines de Tango Argentina y veedor del Campeonato Mundial, fue la aceptación del género en París la excusa de la que se valieron las clases medias y altas porteñas para dejar de ocultar su fascinación por el tango en la década del veinte. “En Buenos Aires siempre mirábamos a Europa, como consecuencia de ser descendientes de europeos. Eso hacía que nuestras costumbres sociales nos llevaran por un camino sin identidad, cosa que ahora está empezando a revisarse y, justamente, el tango es uno de los elementos fundamentales para encontrar identidad”, opina Fernández.
Años dorados siguieron en esta cronología de la historia del tango, que dieron como fruto nombres ilustres tales como Carlos Gardel, Anibal Troillo y Ástor Piazzola -caracterizado por Piazza como “el gran genio musical del siglo XX”. A pesar de esto, si bien sus rostros adornan una gran cantidad de postales para turistas y sirven de emblema de la argentinidad en el exterior del país, rostros foráneos empezaron a llenar las pantallas del cine y voces extranjeras a copar las radios, en claro detrimento de la cultura nacional, en la década del cincuenta.
Para el historiador, la explicación a este fenómeno se encuentra nada menos que en la Guerra Fría. Piazza explica que como consecuencia de un mundo dividido en dos -el comunismo de la Unión Soviética y sus radares, por un lado, y el capitalismo de Occidente, por el otro- Estados Unidos decidió imponer su idiosincracia y, de esta forma, “invadir al mundo”. “Del muro [de Berlín] para acá nos invadieron culturalmente. En Argentina las radios y las discofráficas eran de ellos, además impusieron su industria cinematográfica por sobre la nuestra. Era algo muy seductor porque decían letras que todo el mundo quería escuchar, hablaban de la libertad. La paradoja es que en América Latina estaba regida por gobiernos militares”, agrega. En estas circunstancias el tango cedió su lugar, su público joven, sobretodo, a un nuevo gigante: el rock.
Según Fernández, este proceso se acentuó durante la última dictadura militar, cuando el gobierno fáctico prohibió los encuentros culturales, donde aún se bailaba y escuchaba tango.
La actualidad, reflejada en gran medida por el Festival de Tango, aporta un argumento a aquellos que sostienen que la historia se repite. Tanto Stekelman como Monti, Fernández y Piazza coinciden en que por estos días se está experimentando un resurgimiento del tango, impulsado por la popularidad que alcanzó en el extranjero, al igual que en la década del veinte. Piazza es optimista al respecto: “El tango está lejos de su envejecimiento, por el contrario, está en una adolescencia muy linda”.
El optimismo se justifica en los datos que arrojó el cierre del Festival -que se desplegó en diez sedes, entre las que se destaca Harrods, y constó de clases de baile, presentaciones musicales, fiestas de electrotango y homenajes a figuras destacadas-: sólo el veinte por ciento de los que asistieron lo hizo en condición de turista. Esto quiere decir que de cinco espectadores, cuatro eran argentinos. Haciendo mensión a la concurrencia, Fernández detalla: “Hubo más gente joven, además de los viejos de siempre, y menos extranjeros. Hay una línea ascendente en cuanto a público y artistas y esto se refleja en la mayor cantidad de escuelas, lugares y actividades de baile”.
De acuerdo al historiador, que trabaja en permanente compañía de Horacio Ferrer -letrista de tango que compuso junto a Piazzolla, Troillo, Osvaldo Pugliese y Julio de Caro, entre otros, y preside la Academia Nacional de Tango-, “hay una genética tanguera en la ciudad de Buenos Aires que lo mantiene vigente. Las generaciones actuales conocen el lenguaje y hablan como tangueros”. En este punto difiere Marikena Monti, que considera a la juventud demasiado inmadura como para comprender la profundidad del tango (ver entrevista).
Piazza entiende que las razones para la perdurancia del 2 x 4 son la capacidad para retratar momentos históricos -“El poeta tiene la posibilidad de reflejar lo que sucede. Esto con el tango sucedió siempre, fue contando momentos sociales”, opina- y la identidad porteña. Para explicar lo que siente frente a la supervivencia del adolescente que entiende es el género, recurre a una frase de Ferrer: “El tango es un náufrago en la ciudad, pero es el de mayor aliento”.


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