lunes, 9 de noviembre de 2009

Coquetería visual

Siempre la veía pasar por el mismo lugar. La vereda por la que caminaba, tan exacta y compacta por baldosas quebradas por el pasar de los años – ¿cuántos han transitado por ellas?-. Sus expresiones y costumbres, encerradas en su modo de vestir, de caminar velozmente y de moverse frente a la adversidad sostenida por los aires de los que giran – vagabundos que están allí por una causa emparentada por los actos y responsabilidades de momento- sacudían la atención -¡oh!, y con tan impresionismo- de este inequívoco acechador de engañoso ilusionismo pasional. Lo cierto es que cuando la veía aparecer, inmediatamente me asomaba desde lo alto para suspirar su pasar, y creerme cerca de ella aunque sea con mi ilusión óptica, porque –para ser sincero- era sólo una chica a la que nunca iba a poder atravesar. Mi causa era concreta. La esperaba cada mediodía, aunque los pájaros estuviesen decididos a contagiarnos de sus cantatas veraniegas o que se decidiesen a encerrarse en sus nidos por el frío. Era mi amor, ése amor, el mismo que se esfumaba una vez que doblaba en la esquina y cruzaba –mirando hacia los laterales de la calle perpendicular a la que ya dejaba atrás- hacia la estación de tren.
Tenía la sensación de que la conocía de algún lado. Por eso me enfadé con seguirla visualmente en esos ratos de descanso –para mí, claro; me daba la impresión de que siempre estaba ocupada, nada hacía detener su caminar-. Era todo una ceremonia: salía del taller, dejaba los pasteles y pinceles a un lado, y me entregaba por completo a la energía solar, pero no hablada químicamente, sino su presencia, que me dejaba ver con más claridad el casi celestial techo del mundo, el cielo, en fin. Y luego de la golpiza de carga cándida, aparecía la muchachita –musa de mis deseos, indescriptibles deseos, de acercarme a ella, rociarla con la mirada, y apresurarme al momento de poner en claro mi pesar. El trecho entre ella-y-mi-ser volvía ensordecedor al ánimo por llamar su atención. ¿Cómo lograrlo? La gravedad del miedo se tornaba cada vez más agudo. El miedo –sensación que en sólo cinco letras puede resumir lo que abruma a una persona- que me trababa el accionar de impulso que me haga bajar las escaleras y alcanzarla en la esquina, para no dejarla cruzar por la calle que la conduciría al tubo que la llevaría a otro puerto, quién sabe cuán lejos de mí.
Intacta, sin desviarse, posó para mí una y otra vez. El tiempo fijaba la vejez, los días –precisamente- se acotaban al palpitar que me surcaba y ahorcaba cuando experimentaba la soledad. La luz, intensa, no pedía permiso. Se acomodaba lentamente, proyectando lo mejor de ella a través de los huecos de la persiana. Sin salirse de mi lado, me acompañaba hasta la aparición repetida de la pasajera en tránsito.
¿Cuánto puede durar un click? ¿Cuánto puede durar una imagen? ¿Cuánto tiempo vive una imagen?, ¿y cuánto el ser retratado? Hay expresiones y sensaciones que sólo pueden percibirse con una eficaz observación, con un estudio perseverante que pone en juego que es lo que uno puede sacar del otro. Pero a mí me sucedió algo mágico, porque yo saqué algo de mí a través del retrato. Un recurso que es difícil de agotar pero más complejo de alcanzar: la comprensión. Hay barreras que nos separan, pero sentimientos que nos encuentran.
Elena, siempre seguiré mirando tu fotografía, siempre esperaré a la invitación del sol para mirarte, y asegurarte mía hasta agotar los sentidos que poseemos. Te imaginaré conmigo, acariciándote lentamente, puramente joven. Las fotos se arrugan, se agrietan, el color deja en el camino su definición. Pero en mi mente, las imágenes –afortunadamente- esquivan el desgaste temporal. Mi dedo aprieta el botón, el botón hace click, y la esquina se vuelve a iluminar.

4 comentarios:

  1. "...para suspirar su pasar"

    Casi borgeano.

    "La luz, intensa, no pedía permiso"

    El adjetivo convirtió una buena frase en una frase perfecta.

    Muy bueno el texto!

    Saludos

    P.D.: Para la consideración del Depto de Marketing: llegué a través de la página de TEA.

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  2. Si, aunque "estudiar" me queda un poco grande. Digamos que ocupo un lugar en el aula mientras cumplo de manera mediocre con los objetivos de la cursada.

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  3. Coincido con los otros comentarios. Me gustó mucho.
    Saludos.

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